Si nuestra labor no se acompaña del apoyo del resto de agentes sociales (estado, familia, empresas...) tiene difícil camino por recorrer. Esos cimientos que tanto nos cuesta construir en las conciencias de nuestros alumnos/as se tambalean al hacerse adultos y ver con horror que en el mundo manda la insolidaridad y el individualismo.
¿De qué sirve una ley de educación llena de palabras bonitas si los mismos que la redactan no creen en los principios morales y éticos que promueve?
¿Cómo puedo defender ante mis alumnos el rechazo al maltrato animal si desde el estado se subvenciona la tortura de animales por simple diversión? ¿Cómo puedo educar en los beneficios de la cooperación si el mercado laboral capitalista es salvajemente competitivo?
Aún así, los utópicos nunca perdemos la esperanza, y la utopía nos sirve para caminar en la buena dirección, aunque cada vez que nos acerquemos dos pasos ésta se aleje otros dos más. Esto nos ayuda a seguir luchando por construir un mundo mejor, y para ello defendemos la educación.
Scarlett.
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